lunes, 15 de abril de 2013
El tiempo se escurre entre mis dedos.
Se desvanece la tinta con la que escribo
y comienzo a sentir la sangre dentro de mis venas.
Corre tan rápido como mi fallido
y patético corazón le permite.
Es el momento, el momento de la verdad;
lo cierto es que no sé cómo empezar.
Dime, se tan honesta como puedas,
... pero miente un poco: ¿Aún le amas?.
-Sí, le amo tanto así que duele. He mentido también.
Duele pero ya no amo, no sé cómo.
Y si te soy sincera, ya no puedo.
Pisoteó mi amor, el verdadero, jugó a las mentiras,
se ocultó tras falsas promesas y siguió como si nada.
Duele..
-Entonces, ¿por qué seguir?,
¿por qué hacerlo a él feliz con tu compañía mientras sufres en silencio su traición?
-Porque una vez lo amé, lo amé como a nadie.
Cuando él salía a espaldas mías con la intensión de enamorar
corazones, yo me quedaba en casa amando su recuerdo.
Extrañaba su presencia junto a la mía, bailaba son su ausencia
y me arrullaba con la memoria de su voz.
Anhelaba estar a su lado y sentir el calor de la vida.
Y cuando por fin compartíamos espacio, le creía.
Idiota y puerilmente le creía todas sus palabras.
Una a una pasaron por mis oídos.
Pero, ¿cómo iba a saber de su farsa?, todo ello fue real para mi,
así pues, me cuesta hacerle daño a quién me hizo tan feliz,
feliz de engaño, pero feliz.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)